¿QUÉ SUCEDE EN K LAS NOCHES DE LUNA LLENA?
HISTORIAS Y FABULACIONES SOBRE MUNDOS POSIBLES
Ningún fenómeno surge de la nada, repentinamente. Antes de que los encuentros empezasen y se estableciesen, confluyeron varios factores, y, teniendo en cuenta nuestro objetivo, es imprescindible que observemos estos factores con atención.
Todo comenzó con la despoblación. Fue un proceso de despoblación común, el típico proceso que preocupa desde hace tiempo a los demógrafos y a los gobiernos de entornos rurales, motivados por la razón habitual, es decir, que es muy difícil salir adelante en lugares como estos.
La amenaza de la emergencia climática aconsejaba lo contrario –K era un buen lugar para vivir, ya que en caso de una crecida de aguas difícilmente podría suceder allí ninguna catástrofe–, pero obviamente la gente no se marchó por eso, es decir, por miedo a una catástrofe, porque, excepto los adolescentes, casi nadie pensaba en serio sobre el futuro del planeta.
Quienes abandonaron el pueblo tenían otras cosas en la
cabeza. Podríamos llamarlo tal vez una alienación de la visión del mundo: la
vida en el entorno rural les parecía limitada y sin posibilidades –no querían renunciar
a la posibilidad de adquirir cualquier cosa en cualquier momento, o, al menos,
a la ilusión de poder hacerlo–, y se marcharon a la capital, siguiendo fieles
ellos también a «la religión de las ciudades», según el concepto de Laxe.
El pueblo se vació poco a poco y sin mucho estruendo.
El deseo de permanecer
Hubo quienes, sin embargo, decidieron quedarse. No por
imposición, sino por elección. Esto es un hecho clave.
La mayoría de quienes se quedaron eran mujeres, sobre todo
de cierta edad. Había también algún hombre, pero con el paso de los años el binarismo
sexual perdió fuerza y sentido, ya que quienes vivían en K no marcaban dos
sexos totalmente diferenciados ni a través de la ropa, ni del peinado, ni de la
jerarquización de los trabajos necesarios para sacar la vida adelante. De
cualquier manera, atendiendo a los criterios imperantes fuera de K, las
denominadas mujeres eran mayoría en el pueblo.
Eran además mujeres mayores, es decir, las que estarían en
la primera vejez, según nuestros criterios. Visto desde fuera, cuando aparecen
en los medios de comunicación reportajes sobre casos de este tipo, siempre
desprenden un tono sensacionalista y dramático, y subrayan la desgracia de la
despoblación (léase Asensio e Iraola, 2018).
De cualquier manera, debemos subrayar –y no queremos decir
que sea así en todos los casos, ya que esta investigadora solo ha conocido el
caso de K– que lo que hemos visto allí no nos lleva, de ningún modo, al tipo de
conclusiones que expresan dichos programas.
Las habitantes de K viven felices. Ya hemos dicho que viven
allí porque así lo desean, y no por que no tengan otra opción u otro lugar a
dónde ir. Muchas de las vecinas de K se marcharon del pueblo siendo jóvenes, a
estudiar, a ciudades cercanas o lejanas, e incluso llegaron a quedarse allí
trabajando una temporada, pero antes o después regresaron, por decisión propia.
Abandonaron el pueblo en una ocasión, y no quieren volver a
hacerlo.
Según mencionan las dos entrevistadas, siguiendo las ideas
de Butler, «el capitalismo neoliberal no
ofrece oportunidades reales para vivir una vida digna», y parece ser que la
mayoría de las habitantes del pueblo comparten esa opinión.
Podría decirse que, conforme K se iba vaciando, y al
corroborar quienes se quedaron que la gente que se marchó no volvería y
seguiría a su aire, al darse cuenta de que el suyo se había convertido en un
pueblo formado en su mayoría por mujeres mayores de cincuenta años, en lugar de
entristecerse se sintieron libres, como puede sentirse libre a veces un preso
en la cárcel al ver que la sociedad exterior es igualmente una prisión; de oro,
tal vez, pero prisión, al fin y al cabo.
El desafío era complicado pero las habitantes asumieron la situación
y, sabiendo que nadie les miraba, que nadie vendría a pedirles cuentas, que
seguramente con ellas moriría también el pueblo de K, empezaron a vivir como
nunca antes lo habían hecho. Con mucho fundamento y en perfecta calma.
Viabilidad
Era un sueño modesto, pero un desafío enorme. Sin embargo,
estaban decididas, y enseguida comenzaron a buscar los modos de llevar a cabo el
proyecto.
Organización
En primer lugar, cambiaron por completo la organización. En
algunas regiones ya existía una larga tradición de gestión mediante asamblea, y
en la actualidad continúan haciéndolo así, con mayor o menor fuerza, dependiendo
del lugar; a pesar de todo, para este tipo de estructuras ha sido un obstáculo
muy grande tener que adaptarse a los modelos de las comunidades autónomas. Es
algo así como vivir en dos lugares a la vez. Sin embargo, después de la
despoblación, la cuestión de la democracia representativa dejó de ser un
problema. Es sencillo organizar un pueblo de cuarenta habitantes de manera
asamblearia, creando grupos de trabajo y demás.
Los grupos de trabajo
En K existen dos tipos de grupos de trabajo: los permanentes
y los temporales. Los permanentes se encargan de la economía, los encuentros y
los trabajos que deben realizarse en el pueblo y los temporales, sin embargo,
van cambiando de manera lógica; surgen para atender asuntos concretos, y
desaparecen tan pronto como esos asuntos quedan resueltos.
Relaciones externas
Como es lógico, durante todo este tiempo en K han mantenido
relaciones con el exterior. Cada semana una furgoneta parte a recoger los productos
de primera necesidad que no pueden producir en el pueblo.
Parece ser que no son tantos. La clave debe estar en definir
bien cuáles son los principios y las necesidades reales.
Los encuentros
La organización estableció los cimientos de la nueva época,
pero en realidad fueron los encuentros los que la constituyeron. Al principio
se trataba de simples paseos, pero van más allá de eso; no es un simple
caminar, o, para ser más exactas, deberíamos decir que en K han conseguido expandir
de una vez el verdadero potencial que ofrece caminar–.
Antes de cambiar oficialmente la organización, Maixux, la
mujer de más edad del pueblo, estuvo examinando documentos antiguos. Todo no valía,
ya que es un error pensar que lo que funcionó bien en otro lugar o en otra
época podría copiarse tal cual en nuestra época y en nuestro lugar; los
antropólogos subrayan que el contexto lo es todo, pero parece ser que las
habitantes de K ya lo sabían sin necesidad de ser antropólogas, y no cometieron
el error que suele cometerse en estos casos, ya que supieron adaptar la
tradición a su época.
Aunque no es algo conocido, en K siempre ha habido una larga
saga de astrónomos. El pueblo se encuentra en un lugar privilegiado para mirar al
cielo, y no es de extrañar que muchos de sus habitantes hayan desarrollado esa
tendencia. Maixux encontró en los archivos, entre otras cosas, indicios de
paseos a la luz de la luna llena, y, en asamblea, tomaron con bastante rapidez
la decisión de recuperar esa costumbre. Consideraron que era una oportunidad
idónea para que todo el pueblo se juntase de una manera más informal.
Las asambleas se celebran con una periodicidad mensual, y,
salvando alguna excepción, la tendencia es llegar hasta el fondo de las
cuestiones.
No hay opción de que la gente comparta tiempo de calidad, y
para la convivencia en este tipo de comunidades pequeñas es imprescindible que,
además de que cada una tenga tiempo para estar a su aire, se busquen formas
para que cada quien conozca –encuentre– realmente y de cerca a las personas con
las que convive. De esta manera, atendiendo a las indicaciones de los
documentos antiguos, comenzaron a reunirse las noches de luna llena, con todas
las luces del pueblo apagadas, para disfrutar del cielo y del prójimo.
Luces y sombras
Sin embargo, a veces sucede que un proyecto surge con un
objetivo concreto y al final crece más allá de aquel. Eso es precisamente lo
que sucedió con los paseos de K.
Durante los paseos colectivos de las noches de luna llena,
además de fortalecer la cohesión de la comunidad, sucedió que con ellos se redujo
la luz artificial una vez al mes, aunque también hubo otras consecuencias más
inesperadas. Por ejemplo, las gallinas ponían huevos mucho más hermosos, las
vacas daban mucha mejor leche, y el insomnio prácticamente había desaparecido
en todos los seres que habitaban la población.
Como se trataba de cambios positivos, y aun siendo
conscientes de ellos, era sencillo que los cambios se implantasen sin que nadie
se preocupase de hacerlo. Pero Maixux es descendiente de aquella larga saga de astrónomos
de K, y recurrió no solo al archivo físico sino que se adentró también en los
tentáculos de lo digital, y Google le regaló el video de una experta en
contaminación lumínica (Malón, TEDxTalks, 2013). Maixux, con la perspicacia que
le caracterizaba, llevó a la experta a K, donde ofreció un seminario en el que
expuso los posibles beneficios de la disminución de la contaminación lumínica,
los cuales resultan mucho mayores en contextos como el de K.
Parece ser que Maixux se convenció por completo y en seguida
comprendió que debían aprovechar aquella oportunidad, y, sin esperar a la
asamblea mensual, convocó una reunión extraordinaria –algo completamente
extraordinario pero que estaba recogido en el manifiesto vinculante firmado por
todas las habitantes– y les comunicó que una noche de ahorro al mes no era
suficiente, que probablemente estaban utilizando mucha más luz de la que
necesitaban, que era posible organizar la iluminación del pueblo de otra
manera, que así ahorrarían energía y dinero, que podrían invertirlo en cosas
más interesantes y que, además, y lo que era más importante, la luna no era, de
ninguna manera, el único astro del cielo, y que tendrían un tesoro si instalaban
un sistema consciente y sostenible en el pueblo y alrededores, que ganarían
todo el firmamento.
No cabe duda de que Maixux sabía hablar.
Tras los encuentros
El nuevo sistema de iluminación –que convirtió la presencia
de las estrellas en algo cotidiano y extendió la costumbre de mirar al cielo
más allá de las reuniones mensuales– destrozó por completo el viejo binomio de
la noche y el día, la oposición entre la luz y la oscuridad y otras tantas
dicotomías relacionadas con estos términos. Cabe destacar que las habitantes de
K no lo viven de una manera tan teórica, sino que han interiorizado de manera
natural que la noche no es siempre oscura y que, además, la disminución de la
contaminación lumínica trae consecuencias concretas.
Por ejemplo, y dejando a un lado los beneficios materiales
para introducirnos en un plano más profundo, les ha hecho ser conscientes de la
verdadera medida de su existencia. Dejen que me explique: como en K no viven de
espaldas a las estrellas, tienen muy presente que son mortales, finitas, una
efímera mota de polvo en el universo; tienen muy presente que hay algo mayor
que el ser humano, algo que surgió antes que él y que desaparecerá después, y
gracias a ello se dedican con humildad a sus quehaceres diarios. Con humildad y
seriedad.
Estructura interna de la comunidad
En K no existe un modelo de familia único, ni tampoco una organización
estricta. Hay quienes conviven con amigas, también quienes lo hacen con familiares
de sangre, y no son pocas las que viven por su cuenta. Quién duerme con quién y
cuándo es algo que no forma parte de las conversaciones de la gente de K, pero
no porque sea gente reprimida –en los encuentros es habitual ver a la gente
tonteando–, sino porque se admite todo lo que no haga daño a nadie.
En K no se habla en vano. Allí el silencio es importante,
una virtud indispensable: tanto saber estar en silencio como aceptar el
silencio de los demás. Si no es para decir algo relevante, no hablan mucho,
excepto precisamente en los momentos en los que es necesaria una conversación más
ligera.
Casos concretos
El caso de Lierni es especialmente interesante. Desciende de
aquellos que abandonaron K durante el éxodo. Creció en Vitoria; era urbanita
total, y parece ser que si hubiese sido por sus padres no habría mantenido ningún
vínculo con el pueblo. Pero resulta que tenía una tía que se había quedado
allí, una tía soltera, hermana de su madre. «Afortunadamente, las tías
existen», dice Lierni.
La tía soltera, más joven que la madre de Lierni, no es
coetánea de Lierni, pero por pocos años. Cuando le tocaba el turno de coger la furgoneta
para ir a por las provisiones que no podían conseguir en K o alrededores, la
tía de Lierni aprovechaba para ir a Vitoria y pasar un rato con sus familiares.
A Lierni le daba un poco de miedo, sobre todo de niña, pero con los años el
miedo se convirtió en atracción y admiración. Por aquel entonces Vitoria ya era
una ciudad bastante grande, y sin embargo Lierni tenían una sensación profunda
que le decía que en su entorno no había nadie que viviese como su tía. Aquella
sensación se mantuvo aletargada durante mucho tiempo, hasta que Lierni visitó K
por primera vez. Desde entonces no ha vuelto a Vitoria, y hace años ya que
comparte casa con sus exparejas y las exparejas de sus exparejas.
En el resto de lugares que ha conocido esta investigadora
hasta hoy generalmente suele ser al contrario: la gente convive en pareja
mientras lo son, y esta convivencia cesa en el momento en que dejan de serlo.
[De cualquier manera, hay investigadores que han analizado
casos diferentes en los que los miembros de la pareja continúan conviviendo una
vez terminada la relación sexual y afectiva, generalmente por razones económicas;
véase Ilarregi, 2015.]
De las exparejas de Lierni, la primera que vino a K fue
Nadia. Después llegó Maialen, y más tarde Jessica, Aitziber… Actualmente viven
en la casa una docena de personas, incluidas Lierni y su tía. Todas ellas
llegaron por los encuentros, pero se quedaron por cómo transcurría el día a
día.
Conclusiones
Ya hemos demostrado que los encuentros mensuales que se
organizan en K influyen de manera positiva en la cohesión de la comunidad y en
la convivencia entre iguales, y que sirven para canalizar emociones tanto positivas
como negativas. Contribuyen tanto en la integración de nuevos miembros de la
comunidad como en la resolución de conflictos. Como consecuencia de todo ello,
las asambleas y los grupos de trabajo para la gestión de la localidad son
eficaces, ya que no se utilizan para echar en cara a nadie cosas que no se han
dicho o para saldar dudosas deudas.
De cualquier manera, esta investigadora no considera que el
modelo de K sea exportable tal cual. Como ya hemos dicho, el contexto lo es todo.
En K confluyen factores muy concretos, es decir, sus habitantes se quedaron o
llegaron a vivir allí sabiendo qué era aquello, y se quedaron allí por elección
propia. No todas las personas por la misma razón, pero sí de la misma manera:
todas quieren vivir en K.
La manera de vivir juntas la deciden en asamblea y la
plasman en los encuentros.
Danele Sarriugarte
(Extracto de Lumínica Ambiental)
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