24/3/23

La manera de vivir juntas la deciden en asamblea y la plasman en los encuentros.

¿QUÉ SUCEDE EN K LAS NOCHES DE LUNA LLENA? 

HISTORIAS Y FABULACIONES SOBRE MUNDOS POSIBLES

Ningún fenómeno surge de la nada, repentinamente. Antes de que los encuentros empezasen y se estableciesen, confluyeron varios factores, y, teniendo en cuenta nuestro objetivo, es imprescindible que observemos estos factores con atención.

Todo comenzó con la despoblación. Fue un proceso de despoblación común, el típico proceso que preocupa desde hace tiempo a los demógrafos y a los gobiernos de entornos rurales, motivados por la razón habitual, es decir, que es muy difícil salir adelante en lugares como estos.

La amenaza de la emergencia climática aconsejaba lo contrario –K era un buen lugar para vivir, ya que en caso de una crecida de aguas difícilmente podría suceder allí ninguna catástrofe–, pero obviamente la gente no se marchó por eso, es decir, por miedo a una catástrofe, porque, excepto los adolescentes, casi nadie pensaba en serio sobre el futuro del planeta.

Quienes abandonaron el pueblo tenían otras cosas en la cabeza. Podríamos llamarlo tal vez una alienación de la visión del mundo: la vida en el entorno rural les parecía limitada y sin posibilidades –no querían renunciar a la posibilidad de adquirir cualquier cosa en cualquier momento, o, al menos, a la ilusión de poder hacerlo–, y se marcharon a la capital, siguiendo fieles ellos también a «la religión de las ciudades», según el concepto de Laxe.

El pueblo se vació poco a poco y sin mucho estruendo.

El deseo de permanecer

Hubo quienes, sin embargo, decidieron quedarse. No por imposición, sino por elección. Esto es un hecho clave.

La mayoría de quienes se quedaron eran mujeres, sobre todo de cierta edad. Había también algún hombre, pero con el paso de los años el binarismo sexual perdió fuerza y sentido, ya que quienes vivían en K no marcaban dos sexos totalmente diferenciados ni a través de la ropa, ni del peinado, ni de la jerarquización de los trabajos necesarios para sacar la vida adelante. De cualquier manera, atendiendo a los criterios imperantes fuera de K, las denominadas mujeres eran mayoría en el pueblo.

Eran además mujeres mayores, es decir, las que estarían en la primera vejez, según nuestros criterios. Visto desde fuera, cuando aparecen en los medios de comunicación reportajes sobre casos de este tipo, siempre desprenden un tono sensacionalista y dramático, y subrayan la desgracia de la despoblación (léase Asensio e Iraola, 2018).

De cualquier manera, debemos subrayar –y no queremos decir que sea así en todos los casos, ya que esta investigadora solo ha conocido el caso de K– que lo que hemos visto allí no nos lleva, de ningún modo, al tipo de conclusiones que expresan dichos programas.

Las habitantes de K viven felices. Ya hemos dicho que viven allí porque así lo desean, y no por que no tengan otra opción u otro lugar a dónde ir. Muchas de las vecinas de K se marcharon del pueblo siendo jóvenes, a estudiar, a ciudades cercanas o lejanas, e incluso llegaron a quedarse allí trabajando una temporada, pero antes o después regresaron, por decisión propia.

Abandonaron el pueblo en una ocasión, y no quieren volver a hacerlo.

Según mencionan las dos entrevistadas, siguiendo las ideas de Butler, «el capitalismo neoliberal no ofrece oportunidades reales para vivir una vida digna», y parece ser que la mayoría de las habitantes del pueblo comparten esa opinión.

Podría decirse que, conforme K se iba vaciando, y al corroborar quienes se quedaron que la gente que se marchó no volvería y seguiría a su aire, al darse cuenta de que el suyo se había convertido en un pueblo formado en su mayoría por mujeres mayores de cincuenta años, en lugar de entristecerse se sintieron libres, como puede sentirse libre a veces un preso en la cárcel al ver que la sociedad exterior es igualmente una prisión; de oro, tal vez, pero prisión, al fin y al cabo.

El desafío era complicado pero las habitantes asumieron la situación y, sabiendo que nadie les miraba, que nadie vendría a pedirles cuentas, que seguramente con ellas moriría también el pueblo de K, empezaron a vivir como nunca antes lo habían hecho. Con mucho fundamento y en perfecta calma.

Viabilidad

Era un sueño modesto, pero un desafío enorme. Sin embargo, estaban decididas, y enseguida comenzaron a buscar los modos de llevar a cabo el proyecto.

Organización

En primer lugar, cambiaron por completo la organización. En algunas regiones ya existía una larga tradición de gestión mediante asamblea, y en la actualidad continúan haciéndolo así, con mayor o menor fuerza, dependiendo del lugar; a pesar de todo, para este tipo de estructuras ha sido un obstáculo muy grande tener que adaptarse a los modelos de las comunidades autónomas. Es algo así como vivir en dos lugares a la vez. Sin embargo, después de la despoblación, la cuestión de la democracia representativa dejó de ser un problema. Es sencillo organizar un pueblo de cuarenta habitantes de manera asamblearia, creando grupos de trabajo y demás.

Los grupos de trabajo

En K existen dos tipos de grupos de trabajo: los permanentes y los temporales. Los permanentes se encargan de la economía, los encuentros y los trabajos que deben realizarse en el pueblo y los temporales, sin embargo, van cambiando de manera lógica; surgen para atender asuntos concretos, y desaparecen tan pronto como esos asuntos quedan resueltos.

Relaciones externas

Como es lógico, durante todo este tiempo en K han mantenido relaciones con el exterior. Cada semana una furgoneta parte a recoger los productos de primera necesidad que no pueden producir en el pueblo.

Parece ser que no son tantos. La clave debe estar en definir bien cuáles son los principios y las necesidades reales.

Los encuentros

La organización estableció los cimientos de la nueva época, pero en realidad fueron los encuentros los que la constituyeron. Al principio se trataba de simples paseos, pero van más allá de eso; no es un simple caminar, o, para ser más exactas, deberíamos decir que en K han conseguido expandir de una vez el verdadero potencial que ofrece caminar–.

Antes de cambiar oficialmente la organización, Maixux, la mujer de más edad del pueblo, estuvo examinando documentos antiguos. Todo no valía, ya que es un error pensar que lo que funcionó bien en otro lugar o en otra época podría copiarse tal cual en nuestra época y en nuestro lugar; los antropólogos subrayan que el contexto lo es todo, pero parece ser que las habitantes de K ya lo sabían sin necesidad de ser antropólogas, y no cometieron el error que suele cometerse en estos casos, ya que supieron adaptar la tradición a su época.

Aunque no es algo conocido, en K siempre ha habido una larga saga de astrónomos. El pueblo se encuentra en un lugar privilegiado para mirar al cielo, y no es de extrañar que muchos de sus habitantes hayan desarrollado esa tendencia. Maixux encontró en los archivos, entre otras cosas, indicios de paseos a la luz de la luna llena, y, en asamblea, tomaron con bastante rapidez la decisión de recuperar esa costumbre. Consideraron que era una oportunidad idónea para que todo el pueblo se juntase de una manera más informal.

Las asambleas se celebran con una periodicidad mensual, y, salvando alguna excepción, la tendencia es llegar hasta el fondo de las cuestiones.

No hay opción de que la gente comparta tiempo de calidad, y para la convivencia en este tipo de comunidades pequeñas es imprescindible que, además de que cada una tenga tiempo para estar a su aire, se busquen formas para que cada quien conozca –encuentre– realmente y de cerca a las personas con las que convive. De esta manera, atendiendo a las indicaciones de los documentos antiguos, comenzaron a reunirse las noches de luna llena, con todas las luces del pueblo apagadas, para disfrutar del cielo y del prójimo.

Luces y sombras

Sin embargo, a veces sucede que un proyecto surge con un objetivo concreto y al final crece más allá de aquel. Eso es precisamente lo que sucedió con los paseos de K.

Durante los paseos colectivos de las noches de luna llena, además de fortalecer la cohesión de la comunidad, sucedió que con ellos se redujo la luz artificial una vez al mes, aunque también hubo otras consecuencias más inesperadas. Por ejemplo, las gallinas ponían huevos mucho más hermosos, las vacas daban mucha mejor leche, y el insomnio prácticamente había desaparecido en todos los seres que habitaban la población.

Como se trataba de cambios positivos, y aun siendo conscientes de ellos, era sencillo que los cambios se implantasen sin que nadie se preocupase de hacerlo. Pero Maixux es descendiente de aquella larga saga de astrónomos de K, y recurrió no solo al archivo físico sino que se adentró también en los tentáculos de lo digital, y Google le regaló el video de una experta en contaminación lumínica (Malón, TEDxTalks, 2013). Maixux, con la perspicacia que le caracterizaba, llevó a la experta a K, donde ofreció un seminario en el que expuso los posibles beneficios de la disminución de la contaminación lumínica, los cuales resultan mucho mayores en contextos como el de K.

Parece ser que Maixux se convenció por completo y en seguida comprendió que debían aprovechar aquella oportunidad, y, sin esperar a la asamblea mensual, convocó una reunión extraordinaria –algo completamente extraordinario pero que estaba recogido en el manifiesto vinculante firmado por todas las habitantes– y les comunicó que una noche de ahorro al mes no era suficiente, que probablemente estaban utilizando mucha más luz de la que necesitaban, que era posible organizar la iluminación del pueblo de otra manera, que así ahorrarían energía y dinero, que podrían invertirlo en cosas más interesantes y que, además, y lo que era más importante, la luna no era, de ninguna manera, el único astro del cielo, y que tendrían un tesoro si instalaban un sistema consciente y sostenible en el pueblo y alrededores, que ganarían todo el firmamento.

No cabe duda de que Maixux sabía hablar.

Tras los encuentros

El nuevo sistema de iluminación –que convirtió la presencia de las estrellas en algo cotidiano y extendió la costumbre de mirar al cielo más allá de las reuniones mensuales– destrozó por completo el viejo binomio de la noche y el día, la oposición entre la luz y la oscuridad y otras tantas dicotomías relacionadas con estos términos. Cabe destacar que las habitantes de K no lo viven de una manera tan teórica, sino que han interiorizado de manera natural que la noche no es siempre oscura y que, además, la disminución de la contaminación lumínica trae consecuencias concretas.

Por ejemplo, y dejando a un lado los beneficios materiales para introducirnos en un plano más profundo, les ha hecho ser conscientes de la verdadera medida de su existencia. Dejen que me explique: como en K no viven de espaldas a las estrellas, tienen muy presente que son mortales, finitas, una efímera mota de polvo en el universo; tienen muy presente que hay algo mayor que el ser humano, algo que surgió antes que él y que desaparecerá después, y gracias a ello se dedican con humildad a sus quehaceres diarios. Con humildad y seriedad.

Estructura interna de la comunidad

En K no existe un modelo de familia único, ni tampoco una organización estricta. Hay quienes conviven con amigas, también quienes lo hacen con familiares de sangre, y no son pocas las que viven por su cuenta. Quién duerme con quién y cuándo es algo que no forma parte de las conversaciones de la gente de K, pero no porque sea gente reprimida –en los encuentros es habitual ver a la gente tonteando–, sino porque se admite todo lo que no haga daño a nadie.

En K no se habla en vano. Allí el silencio es importante, una virtud indispensable: tanto saber estar en silencio como aceptar el silencio de los demás. Si no es para decir algo relevante, no hablan mucho, excepto precisamente en los momentos en los que es necesaria una conversación más ligera.

Casos concretos

El caso de Lierni es especialmente interesante. Desciende de aquellos que abandonaron K durante el éxodo. Creció en Vitoria; era urbanita total, y parece ser que si hubiese sido por sus padres no habría mantenido ningún vínculo con el pueblo. Pero resulta que tenía una tía que se había quedado allí, una tía soltera, hermana de su madre. «Afortunadamente, las tías existen», dice Lierni.

La tía soltera, más joven que la madre de Lierni, no es coetánea de Lierni, pero por pocos años. Cuando le tocaba el turno de coger la furgoneta para ir a por las provisiones que no podían conseguir en K o alrededores, la tía de Lierni aprovechaba para ir a Vitoria y pasar un rato con sus familiares. A Lierni le daba un poco de miedo, sobre todo de niña, pero con los años el miedo se convirtió en atracción y admiración. Por aquel entonces Vitoria ya era una ciudad bastante grande, y sin embargo Lierni tenían una sensación profunda que le decía que en su entorno no había nadie que viviese como su tía. Aquella sensación se mantuvo aletargada durante mucho tiempo, hasta que Lierni visitó K por primera vez. Desde entonces no ha vuelto a Vitoria, y hace años ya que comparte casa con sus exparejas y las exparejas de sus exparejas.

En el resto de lugares que ha conocido esta investigadora hasta hoy generalmente suele ser al contrario: la gente convive en pareja mientras lo son, y esta convivencia cesa en el momento en que dejan de serlo.

[De cualquier manera, hay investigadores que han analizado casos diferentes en los que los miembros de la pareja continúan conviviendo una vez terminada la relación sexual y afectiva, generalmente por razones económicas; véase Ilarregi, 2015.]

De las exparejas de Lierni, la primera que vino a K fue Nadia. Después llegó Maialen, y más tarde Jessica, Aitziber… Actualmente viven en la casa una docena de personas, incluidas Lierni y su tía. Todas ellas llegaron por los encuentros, pero se quedaron por cómo transcurría el día a día.

Conclusiones

Ya hemos demostrado que los encuentros mensuales que se organizan en K influyen de manera positiva en la cohesión de la comunidad y en la convivencia entre iguales, y que sirven para canalizar emociones tanto positivas como negativas. Contribuyen tanto en la integración de nuevos miembros de la comunidad como en la resolución de conflictos. Como consecuencia de todo ello, las asambleas y los grupos de trabajo para la gestión de la localidad son eficaces, ya que no se utilizan para echar en cara a nadie cosas que no se han dicho o para saldar dudosas deudas.

De cualquier manera, esta investigadora no considera que el modelo de K sea exportable tal cual. Como ya hemos dicho, el contexto lo es todo. En K confluyen factores muy concretos, es decir, sus habitantes se quedaron o llegaron a vivir allí sabiendo qué era aquello, y se quedaron allí por elección propia. No todas las personas por la misma razón, pero sí de la misma manera: todas quieren vivir en K.

La manera de vivir juntas la deciden en asamblea y la plasman en los encuentros.

Danele Sarriugarte (Extracto de Lumínica Ambiental)

Borradores del futuro

 

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